Mis amigos de Casa Wilmot, Artes y Oficios me invitaron a, entre todos, armar una biblioteca en su espacio en Tonalá (Jalisco).
Casa Wilmot, Artes y Oficios se ubica en la casa que el gran ceramista mexicano Jorge Wilmot (1928-2012) fue construyendo a lo largo de años y que hoy se comparte con el Museo Nacional de la Cerámica Jorge Wilmot. Desde 2018 en Casa Wilmot se organizan talleres de alfarería, torneado de barro, tintes naturales, telar de cintura (tradiciones wixárika –huichola– y ñhañho –otomí–), telar vertical o Gobelino, fotografía digital... Abiertos y gratuitos para todos los interesados, estos talleres quieren llegar, en especial, a las mujeres de los pueblos originarios.
Casa Wilmot se sustenta en una pequeña asociación civil (Fundación Alejandro Díaz Guerra) que, desde distintos ámbitos (salud, educación), intenta apoyar al pueblo wixárika.
Tonalá, en la zona metropolitana de Guadalajara, es hoy un gran municipio que en cuarenta años ha pasado de 50 000 a medio millón de habitantes, y que ya desde antes de la conquista de los españoles era un centro alfarero: hoy, uno de los puntos clave de producción y comercialización de productos artesanales en México.
En 2014 se estimaba que en Jalisco había unos 75 000 artesanos. Casi la mitad, de la tercera edad. Otro 30%, jóvenes que por razones económicas terminaban por desistir y dedicarse a otra cosa. En el año 2000 existían unos 3 500 talleres en Tonalá (alfarería, cerámica de alta temperatura, hierro forjado, papel maché, repujado, vidrio soplado...). En 2015 ya eran 1 500.
Este es el contexto, vamos ahora con la biblioteca de Casa Wilmot.
Preguntas y más preguntas
El punto de partida material de la biblioteca fue la donación de unos 4 000 documentos, la mayor parte libros, que se distribuyeron en 14 colecciones: artesanías (hojalatería, cestería, cartonería, lacado...), textiles (y tintes), cerámica, diseño, fotografía, artes, pueblos originarios, arquitectura, literatura, ecología, nutrición, infantil, Tonalá/Jalisco y un fondo general. Posteriormente llegaron otras donaciones documentales hasta completar los 2 600 documentos con los que hoy cuenta.
Aquí es donde llegan las preguntas interesantes:
¿Qué significan hoy las donaciones para una biblioteca? ¿Cómo hacer una biblioteca fácil para artesanos, poco habituados a visitarlas? ¿Cómo exhibir los libros: lomo con lomo en el estante? ¿Cómo podemos incitar a acercarse a explorar un libro? ¿Para un artesano que apenas sabe leer la biblioteca es algo lejano o se pueden leer, significativamente, imágenes? ¿Para nuestro objetivo de dotar con una biblioteca a una casa de artes y oficios apostamos por una biblioteca de 3 000 o de 15 000 volúmenes? ¿Qué papel juega ahí el catálogo? ¿Cualquier catálogo? ¿Cómo hacer una biblioteca de gestión ultrasimple que pueda ser llevada por personas entrenadas en un par de mañanas? ¿Cómo señalizamos? ¿Podemos jugar con el factor sorpresa?
Ideas para una biblioteca
Para responder a estas (y otras) preguntas que se fueron planteando en el proceso de organización de la biblioteca partíamos de las siguientes ideas:
Disponibilidad y accesibilidad no son lo mismo, aunque en no pocas ocasiones las percibamos como conceptos sinónimos. Un servicio (de salud, bibliotecario...) puede estar disponible pero no ser accesible para algunas personas de esa comunidad, y no sólo contemplada desde la accesibilidad física, horaria, de su distribución territorial sino también desde la distancia social que existe entre el usuario potencial y el servicio (clase social, ingreso, escolarización, valores culturales, percepciones, creencias...).
La biblioteca de Casa Wilmot no se dirige a doctorandos e investigadores. Es una biblioteca para artesanos (maestros y aprendices), sus familias y vecinos, con una escolaridad básica. Lo que, bibliotecariamente, la hace más interesante:
si se busca llegar a un público que no va a las bibliotecas habrá que presentar la biblioteca de otra forma,
habrá que pensar en adaptar un sistema de clasificación Dewey a algo más fácil, habrá que intentar copiar de las buenas librerías que nos incitan a agarrar un libro en las manos, husmearlo, hojearlo y ojearlo y no seguir con la aburridona e ineficiente manera de presentar los libros lomo con lomo en un estante,
habrá que encontrar y utilizar una plataforma para armar un catálogo visual y gratuito, eficiente y simple, y que por colaborativa nos ahorre muchas horas de trabajo (lo interesante es que estas plataformas existen para pequeñas bibliotecas).
Demasiados documentos mata su accesibilidad. Una biblioteca atiborrada apesadumbra, noquea y hasta espanta a una persona que no tiene trato frecuente con el libro. En Jalisco, datos de hace diez años (no habrá cambiado mucho) indican que en tres de cada cuatro hogares o no existían libros (26.3%), excluyendo los libros de texto escolares, o había hasta 20 libros (un estante de 50 cm aproximadamente).
Sólo una minoría de los usuarios de las bibliotecas públicas emplean el catálogo a la hora de ubicar un documento (un libro, una película, un disco...). Esto ya nos lo mostraron, desde los años 80, los sociólogos franceses (Dujol, Barvier-Bouvet, Parmentier...) que analizaron los usos y costumbres de los usuarios en esas bibliotecas. Es una conducta muy ligada a los diplomas escolares y la jerarquía social.
Una política de señalización y de presentación de los acervos (con las portadas al frente...) incrementa la atracción por los documentos de la biblioteca, y su consulta y préstamo. La señalización en una biblioteca potencia la autonomía de los usuarios: favorece el acceso a la biblioteca, facilita el uso de sus servicios, permite la utilización autónoma de la búsqueda documental.
Hay bibliotecas en el mundo que reflexionan y experimentan sobre estos asuntos e intentan presentar los acervos de otra manera, más visualizados, no seguir las rutinas que provienen de un mundo (y su lógica) anterior. Bibliotecas que se dan la tarea de desaprender muchas nociones recibidas. Ningún catálogo puede superar a tener los libros en la propia mano (observar el tamaño de la tipografía, la lectura de algunas frases y párrafos, las ilustraciones, el índice...).
Algunas respuestas
En la biblioteca de Casa Wilmot, en un proceso participativo con la dirección, coordinación y artesanos (se llevó a cabo el taller Hacer Biblioteca, de 15 horas, en diciembre de 2019) optamos por ser restrictivos con la recepción de donaciones. Ahora es fácil que te donen libros (más difícil que te donen 500 ó 1 000 pesos para adquirir libros), mucha gente está dispuesta a deshacerse de libros (las enciclopedias para una biblioteca receptora pueden convertirse en una pesadilla). El objeto libro ha ido perdiendo caché.
El objetivo de la biblioteca de Casa Wilmot no es presentar, ya se ha dicho, una oferta documental extensa sino una colección curada (partiendo de que se constituye a partir de donaciones). Se piensa que, de plano, más es menos, que menos es más. La biblioteca de Casa Wilmot opta por buscar modelos no en las ortodoxas y modélicas bibliotecas que deslumbran por su número de volúmenes sino en las pequeñas (e inteligentes) librerías de algunos barrios, aprender de los mercados y supermercados en sus estrategias de presentación de la oferta.
Así, optamos por comprar rejas y canastillas (de las utilizadas en los tianguis) para presentar una selección de libros de cada una de las colecciones a portada vista: unos 250 libros, en torno a un 10% del acervo, que irán rotando periódicamente en función de los talleres y actividades que se organicen en Casa Wilmot, efemérides y celebraciones, vitrinas temáticas...
Una herramienta muy ahorradora de tiempo y esfuerzos, algo esencial en este tipo de pequeñas bibliotecas, fue la plataforma LibraryThing, comunidad virtual de catalogación, gratuita y eficiente, o, en su derivado más sofisticado, TinyCat, catálogo automatizado de acceso público en línea (OPAC) para pequeñas bibliotecas de hasta 20 000 documentos. Es el catálogo pero también el sistema de préstamo, la estadística, la posibilidad de ofertar tus documentos de una manera personalizada (por ejemplo, una selección bibliográfica a los participantes en un taller), etcétera.
El mobiliario por el que se optó fue uno de los más frecuentes y económicos en el mercado, eso sí, adaptados. Estantes industriales de metal con la incorporación de rejillas laterales. Fáciles de modular, fáciles de limpiar, un tanto resbaladizos. Muy buen precio.
¿Cómo incitar a un libro en concreto? Utilizamos frases, párrafos, con preguntas, recomendaciones, impresos en pequeñas opalinas que acompañan al libro en los exhibidores. Aprendimos de las buenas librerías. E intentamos jugar con el efecto sorpresa: piezas de colorida alfarería como sujeta libros, la colección de Nutrición en el espacio de la cocina del antiguo departamento que hoy ocupa la biblioteca. Desolemnizar la biblioteca.
La biblioteca de Casa Wilmot ha dado sus primeros pasos, ha conseguido ser desplegada con un criterio. En los actuales momentos de incertidumbre pandémica no es poco. Quedan más pasos y, quizás, los más fundamentales. ¿Cómo generar un colectivo que gestione la biblioteca? ¿Cómo implicarse con la comunidad de artesanos? ¿Qué propuestas generar?
Seguimos.
Te pueden interesar:
Comments