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Jardín Lac | Tere López Avedoy

Día de las Escritoras: con 10 datos-relatos y preguntas (3 de 3)



Sembramos estas últimas semillas esperando que el Día de las escritoras haya sido una reflexión-celebración para nuestras distintas y diversas creadoras.


En esta tercera y última entrega de Jardín Lac invitamos a los paseantes a seguir pensando en furiosas y curiosas, en las que escribieron, tradujeron o editaron antes que nosotros, y en las que crean cotidianamente; en las que trabajaron desde habitaciones propias y ajenas, en las principiantes y en las consagradas; en las muy íntimas y en las muy extranjeras de sí mismas; en las antiguas y actuales de cualquier geografía; en las que no esperaron la validación literaria y engendraron lenguajes que nos arman, nos desarman y rearman. 



7. Según el filósofo Teodoro Zeldin, a menudo usamos los mismos términos para las mismas cosas, aunque sus significados sociales hayan cambiado a través de los años. Por ejemplo, en la época de las bibliotecas atenienses, las academias y los diálogos socráticos “conversar significaba vivir en compañía de alguien poderoso, pertenecer a su círculo, sin necesidad de hablar más allá de la obediencia y la lealtad”. Con el tiempo, la conversación cambió gracias a las mujeres, pues según explica Zeldin, fueron ellas quienes protagonizaron la rebelión que introdujo lo íntimo en la conversación social. 


...la conversación cambió gracias a las mujeres, que protagonizaron la rebelión que introdujo lo íntimo en la conversación social. 



En la Ilustración, Madame Geoffrin, Julie de Lespinasse y Madame du Deffand auspiciaron Salones literarios para la conversa mucho antes de que existiera física y simbólicamente el espacio social público. Zeldin nos dice que “Sócrates inventó el dueto conversacional. Madame de Ramboillet no intentó crear una orquesta de cámara de la conversación, pues cada individuo pronunciaba palabras propias, sino que, más bien, organizó un teatro en el que cada cual podía juzgar el efecto de dichas palabras y obtener una reacción”


¿Cómo contribuimos hoy en día desde nuestros espacios públicos, bibliotecarios y editoriales a esa tradición de la conversación pública? y, ¿quiénes participan en la cadena del libro, gran constructor de la lectura como espacio público? ¿Y la escritura y conversación de las creadoras no europeas, mestizas, mulatas africanas, indígenas, qué espacios de conversación reproducen? ¿Cuántos compartimentos deben sortear las creadoras, más allá del constructo del género?



La escritora caribeña, profesora y promotora cultural Mayra Santos Febres | CORTESÍA

8. El año pasado deseaba celebrar el Día de las Escritoras. Contribuir con un pequeño esfuerzo a la iniciativa de la Biblioteca Nacional de España. Intenté escribir sobre Ruth Vargas Leyva, una poeta de mi ciudad (vivo a 3 mil kilómetros de la Ciudad de México) a la que empecé a leer a los 16 años y cuyo trabajo todavía sigo con interés. El último lustro organizaron un par de homenajes y algunas lecturas públicas de su obra, pero yo vivía en otras ciudades. Entonces hace un años quería celebrarla, no sólo porque había allanado una pequeña pero importante parte del camino de muchas que seguimos escribiendo en esta ciudad después que ella, sino por seguir produciendo versos nuevos (frescos, descarados) a lo largo de cuarenta años. Empecé a preguntar a algunas amigas escritoras si podían compartirme un texto donde contaran qué había representado el trabajo de Ruth en su propia formación como creadoras. Pero las cinco contactadas me aclararon que, en realidad, nunca habían leído ningún poema de mi autora, pero que podían comenzar a leerla e intentar escribir algo corto. La generosidad de su oferta me tentó, pero preferí dejar pasar la celebración para una mejor ocasión. Empezó a inquietarme la idea de que quizá en lo público hacemos un reconocimiento de nuestras autoras, pero en lo privado no son tan leídas ¿Se deben celebrar nuestros desconciertos leyéndolas o tendríamos que empezar por preguntarnos por qué algo que nos interesa no ha sido leído? ¿Leemos en realidad a nuestras contemporáneas más cercanas? ¿Qué tanto habita en nuestra memoria escrita el trabajo de nuestras precursoras, tanto el de autoras universales como el de nuestras y nuevas coetáneas? 



9. Cada año observo en la mesa de novedades obras de escritoras nuevas y sorprendentes. Algunas nacieron hace apenas veintipocos años y otras son  precoces y urgentes autoras que murieron hace cien, o muchos más años. A veces leo en el periódico el nombre de una escritora que desconozco e, investigando, no es inusual enterarme de que se trata de una autora que en su época formaba (pero quizá no tanto) parte de una tribu de escritores con hombres que el tiempo ha consolidado (pero quizá tampoco tanto). Alguna vez me llamó la atención un enunciado en una nota, o un cintillo que resumía: “Heidegger elogió a…” “Kafka dijo sobre ella…”, que me hicieron preguntarme que si estaban ahí, cómo es que luego se consumieron. 


Pienso en las escritoras del siglo XX. Cuántas trabajaron sumidas en alcohol, en el opio, en trabajos alienantes, en pasiones desequilibradas, asediadas por la miseria más interminable, abrigadas por el humo de la Historia. Pienso en las osadas que trabajaron en tiempos en los que la escritura era valentía. Cuántas de ellas conocidas, reconocidas y desconocidas tuvieron finales como el de María Luisa Bombal, Alejandra Pizarnick, Alfonsina Storni, Teresa Mont. Desde donde escribo, diviso los lomos de los libros de la gran Elena Garro, mi Tsvietáieva, Elizabeth Smart, Plath o Sexton, y me pregunto ¿cómo se pensaban las escritoras del siglo XX? ¿Intuían el peso que adquiriría su trabajo para nosotros, sus lectores de cuarenta, cincuenta años después? ¿Y las de siglos anteriores?



10.  Afortunadamente, también pienso seguido en las escritoras vivas o en activo, en muchas que han empezado a publicar en esta última década: mes a mes leo y escucho hablar a creadoras fuertes que no disimulan su fragilidad, que con su trabajo a la vez extraen sonrisa y sobresalto, que me desmantelan sin arrasar, que ensamblan mitos y tragedias eternas de tan actuales. 


Pienso intensamente en las escritoras que (re)leo y admiro, que he conocido en encuentros, en talleres, como mentoras, compañeras, o ambas cosas a la vez, en presentaciones a las que asistí por curiosidad y me encontré con su humildad y sororidad. Pienso en que la mayoría de las creadoras que conozco escriben cuento, ensayo, poesía, crónica, teatro; traducen, hacen guiones, dan clases, montan festivales, librerías y/o editoriales con poquísimos recursos materiales y con el mismo tesón, amor e interés con que hacen títeres, fabrican zapatos, hornean pan, pintan, componen música, cuidan jardines, escriben canciones, crían hijos, plantas, perros y gatos. Escriben vida, la organizan, la cuentan, la dibujan. Y no son tersas.  



Creadoras latinoamericanas de literatura infantil, teatro, crónica, ensayo, cuento, novela, poesía, traducción...

Días después de publicar la primera entrada, un amigo editor me comenta lo siguiente:


“...Y me hizo pensar en algo: mi biblioteca física es como de 90% autores y 10% de autoras. Quizá en lo digital cambien un poco los porcentajes, pero no significativamente. Mi biografía lectora reproduce esto..."


Luego me cita el párrafo de la encuesta que explica que aunque hay más mujeres empleadas en actividades culturales, ellas publican menos. Confiesa: 


Yo, desde que veo así mi biblioteca, me parece clarísimo el sistema patriarcal lector. Por lo menos en mi caso, hay una masculinidad librera. Es brutal. En mi caso, por ejemplo, ahora estoy tratando de leer poesía escrita por mujeres, con plena consciencia, como necesidad, en un intento de llenar lagunas personales".


Si las novedades de escritoras son un aluvión ¿qué porcentaje de nuestras estanterías domésticas ocupan las creadoras? ¿Será una cuestión estable, no reversible? Y si los lectores somos tan curiosos y los datos nos incitan a reflexionar, ¿qué hacemos más allá del comentario o la reflexión del instante: en verdad repensaremos nuestros estantes, como hizo el amigo editor?



 

Han sido días de pensar con voz escrita en las escritoras y en las creadoras, y a esta altura sobre todo, nos preguntamos si ¿conocer el trabajo de creadoras antiguas y recientes es una nueva deuda o es parte de nuestros derechos culturales? ¿Cómo se relaciona la escritura de las mujeres y las distintas dimensiones del género con esta conversación pública? ¿la crea, la recrea, la expande o la limita?


Deseamos que nuestras semillitas caigan en terreno fértil y podamos ir más allá de la hoja del calendario. Nos interesa continuar reflexionando individual y colectivamente en la construcción del espacio público desde la escritura y la lectura de cualquier época, en cualquier soporte. Los invitamos a compartinos sus reflexiones, comentarios, lecturas. Porque leerlas, pensarlas y reflexionar sobre su obra y sus contextos es celebrarlas.



 

Algunos mapeos auditivos, de memoria y geográficos sobre las creadoras


Artículo

Secretarias, esposas y seudónimos: la escritura silenciada de las mujeres, de Raquel Moraleja



Mapa de escritoras mexicanas


Iniciativa creada por la poeta coahuilense Esther M García justo este primer año de la pandemia. Actualmente ha mapeado el trabajo de 500 autoras en activo en América y Europa. Los requisitos son contar con obra publicada que cuente con ISBN y enviar una semblanza breve al correo mapaescritorasmexicanas@gmail.com






Libros Tsunami

Antologías editadas por Gabriela Jáuregui (2018) y Marta Sanz (2020) en la que escritoras de distintas generaciones narran y reflexionan sobre la experiencia de ser mujer en Mexico y España, un minucioso inventario de violencias cotidianas.





 

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