La biblioteca es un sitio vital para que existan lectores de poesía. Recuerdo que hacia mediados de los noventa, cuando era adolescente, no abundaban los libros de poemas en la librerías. Por lo demás, yo no tenía dinero para comprarlos. El único lugar posible para leer poesía era la biblioteca pública.
Mi caso no es singular.
Amigos y conocidos se iniciaron en la lectura (y escritura) de poemas gracias a una biblioteca pública o escolar. Quizá ya seamos legión. También, algunos de esos lectores se convirtieron en autores.
Aquí rescato algunos poemas muy conocidos como La Biblioteca, del argentino Roberto Juarroz, o el largo poema sobre el incendio de la biblioteca de Los Ángeles, escrito por Charles Bukowski y magistralmente leído en voz alta por la gran Carola Diez.
Seguramente hay muchos más.
A continuación comparto una selección de poemas-semillas que escribí como usuaria agradecida, al ver a otros ojeando o paseando en los pasillos de la biblioteca.
Ustedes, lectoras y lectores, que han hecho de las bibliotecas su madriguera... ¡Confiesen! ¿También tienen algún poema bibliotecado?
§ Ander Azpiri
Biblioteca de mapas
Las palabras que nombraban
cielos antiguos y ríos antiguos
sobreviven;
con ellas habitamos
el mapa de lo propio,
repensamos nuestras historias,
divagamos en el tiempo
–que es nuestro espacio–,
rehacemos o rechazamos
nuevas preguntas;
la perdurabilidad de lo que muere
vive escrito en el dibujo
de nuestros mapas,
que es nuestro geolenguaje
de cartas.
Sala de lectura
Done
el silencio
que usted
siente.
Pasillo de biblioteca
No traer nunca algo entre manos;
traerlo, como a montones de libros,
siempre entre abrazos.
Sala de bebés
Cuando Ruth Galicia
contunde
que todo arrullo es lectura
las carcajadas se transforman
en preguntas:
qué es caricia,
qué es regazo,
qué es dulzura;
y qué es este libro abierto,
de tantas posibilidades.
La novela
Y el texto
como un autobús
corría al borde
del mar,
pero en el interior
viajaban
demasiadas ausencias.
En el cuento
En el papel del día,
como en un bosque,
cae la lluvia sobre el relato.
Libro de aventuras
Largo paisaje de estrellas
y secos matorrales
hacia vientos
que no habíamos planificado,
hacia rutas que conocen
el arresto del mundo;
de vuelta a la página del cielo
se te pide
abandonar la forma mixta
que tienes de padecer.
Ir a la biblioteca pública ayuda a la ficción
Y ellos escriben “consumo cultural”
cuando en realidad quieren decir
metro cuadrado de signos;
por eso cuando dicen “catálogo”,
cuando calculan indicadores de “consulta”,
sabemos que en realidad quieren decir
que vinimos por la sed
de teorías gráficas,
y de informes musicales;
y a ver personas, claro,
que se convierten
en piernas pasando;
o a inventar cronodiccionarios,
§ Ander Azpiri
**
El amor por el bosque no es tan simple
como muchos ecologistas pregonan,
porque en el bosque hay niebla, lluvia,
desesperación, acecho, ventisca,
romances sonámbulos, chaparrones.
En el bosque prosperan residuos
y florecen daños
que él no produjo, pero trata de sanar;
y hay obstáculos, también,
que pueden ser muy suyos,
desde luego,
y cosas de un vigoroso existir
que nadie ve.
Como en las bibliotecas.
El mundo es museo y biblioteca
Ahora solo veo el mundo
en mapas, en alfabetos,
en un instante
para la admiración del signo;
en diálogos curtidos
por el tiempo
y la nece(si)dad;
o en títulos,
en citas
para ver
dónde
encontrarnos.
Algunos de estos poemas fueron escritos para el proyecto poético “Ma/Pa (pequeño atlas street escrito)”, que recibió el apoyo del Programa de Estímulos a la Creación y al Desarrollo Artístico de Baja California 2020 y fueron publicados recientemente por la revista Letralia.
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