En toda síntesis uno coloca al corazón.
Esther Peñas
Un poema levanta vuelos y no sabes qué siembra. A la manera de las aves frugívoras, un poema expande clandestina e insospechadamente, semillas de lenguaje.
En Jardín Lac amamos propiciar brotes sorprendentes. Por eso lanzamos al viento –en papel, en pantalla– distintas y múltiples semillas, esa tan apretada energía que es posibilidad.
Por eso en el filo del otoño ofrecemos esta selección de poemas. Los hemos seleccionado siguiendo algunos criterios estrictamente subjetivos: a) la expansión y altura que alcanza cada poema; b) que las escritoras escogidas hayan tenido vidas en resistencia.
Todas ellas han partido ya (excepto la última, que es una poeta viva). Corregimos, todas ellas están vivas y deseamos que prolonguen su vida en la respiración de nuestros lectores, donde quiera que se encuentren.
*
Tengo un pájaro en primavera
para mí sola canta–
la primavera seduce.
Y cuando el verano se acerca–
y cuando la rosa aparece,
el pájaro se va.
Y asimismo no me quejo
sabiendo que ese pájaro mío
a pesar de haberse ido–
estudia más allá del mar
melodías nuevas para mí
y volverá.
Raudas en manos más segura
contenidas en tierras más naturales
son mías–
y aunque ahora partan,
digo a mi desconfiado corazón
son tuyas.
En un sereno brillo,
en una más dorada luz veo
cada ínfima duda y temor,
cada pequeña discordia acá
terminada.
Entonces no me lamentaré,
sabiendo que este pájaro mío
aunque haya volado
en un distante árbol
deslumbrante mediodía para mí
volverá.
(1858)
Emily Dickinson
Traducción Silvina Ocampo
Paisajes de música
En un paisaje de música,
en un lenguaje sólo de luz,
en una gloria
que la sangre
con la lengua del anhelo se ha encendido,
allí donde las pieles,
ojos, horizontes,
donde mano y pie
ya están sin signos,
allí donde el olor del árbol de sándalo
ya sin madera fluye
y sigue cultivando aliento en aquel espacio,
que sólo está hecho de umbrales traspasados.
Aquí donde un paño de tarde roja
al toro de la vida incita
hasta la muerte,
aquí yace mi sombra,
una mano de la noche,
que con el espíritu de caza del cazador
ha disparado
al rojo pájaro de la sangre.
Nelly Sachs
Traducción Javier Tubía
Pájaro queja
Un pájaro sin pies es la queja,
ninguna rama, ninguna mano, ningún nido.
Un pájaro que se hiere volando
en lo estrecho,
un pájaro que se pierde
en lo espacioso,
un pájaro que se ahoga
en el mar.
Un pájaro
que es un pájaro,
que es una piedra
que grita.
Un pájaro mudo
que nadie oye.
Hilda Domin
Traducción Hans Leopold Davi
Es de noche
Es de noche
y te escribo desde el bosque
Los picos voraces devoraron
una a una las migas que marcaban
mi paso entre los árboles.
Las palabras caen,
pájaros secos,
hojas haciendo círculos
dentro del círculo
que habito.
¡ay hermosura!
túnel profundo
abierto en el profundo cielo
que me mira.
Elena Garro
Gaviota
Tú con tus alas como espátulas,
dejando que el azul se convierta en besos de azúcar,
dejando que la niebla resbale entre tus dedos,
informando al faro como encendiendo el horno,
sollozando a los peces sobre el Atlántico,
gritando como chicas jóvenes con fiebre y resfriado,
invitando como amigos que cantan desde la taberna
acerca de manos que luchan, pintando, como una cabra
con su boca llena de perlas, arrebatando el cebo
como sangre del carbón. Oh, gaviota de mi infancia,
llora sobre mi ventana una y otra vez, llévame de vuelta,
oh puertos de petróleo y merlos, enséñame a reír
y llorar otra vez en aquella manera que era la buena ganga
de la juventud, cuando el hombre que te seguía no era un perseguidor.
sino un tío, cuando la muerte que vino sobre ti
cuando estaba sedienta se solucionó con una Coca,
pero qué se puede hacer, gaviota, gaviota, cuando enciendas
el sol de nuevo, una fruta muerta,
y todo lo que vuela hoy,
es deshonesto y vano y ha sido sacado de un libro.
Anne Sexton
Traducción José Luis Reina Palazón
Pájaro
Lejos un tren va borrascoso
despidiendo un sonido muerto,
unas voces turban el aire,
un ladrido, solo, se muerde.
Ida Vitale
Un gorrión gris se dirige al oído de la mente
En japonés
la lengua del ojo
de la mente
un bisílabo
alude al
borde de la lluvia
aferrado al alero
y las verdigrises
frondas del
perejil salvaje.
Denise Levertov
Traducción Cristina Gámez Fernández & Bernd Dietz
Cuadernos de un vencejo
Un vencejo, de media, vive unos cinco años.
Un poemario recién
publicado se olvida en pocos meses.
En cinco años lleva ya muchos años muerto.
Sólo es un ejercicio
arqueológico el de quien recupera
de vez en cuando alguna de sus páginas.
Apenas una anécdota que ríe la memoria.
Mientras un año más
los vencejos cincelan sobre el cielo sus lunas.
Y las crías recitan, temblorosas,
un primer verso que con emoción
les cuelga desde el pico.
Antes de continuar
escribiendo, antes de seguir volando.
En los vencejos viaja la poesía
que se muere en nosotros.
Raquel Vázquez
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