Leer y escribir como actos de afecto
La pandemia nos sorprendió a todas en mitad de nuestras “vidas a la carta”. Por un lado, ha tenido la fuerza de desmantelar esa fantasía capitalista de que somos dueñas de nuestra vida y la diseñamos a nuestro antojo. La covid mandó parar y se terminaron las mañas, “tan de persona blanca acomodada”, del ir y venir como si no existieran las fronteras, las distancias o la huella de carbono. Pero, por otro lado, ha reverdecido la fantasía, también muy burguesa y muy neoliberal, de que cada hogar es un castillo. Lo más recomendable es quedarse en casa, no mezclarse con más de seis personas, siempre las mismas, y no bajar la guardia de las distancias, las mascarillas y el cuidado extremo más que con nuestra unidad familiar de convivientes. Más allá de la realidad de cómo se comportan los virus, y de la necesidad de defendernos, hay un repliegue hacia lo hogareño que da un poco de grima. No se puede evitar recordar esos versos de Ángel González (Áspero mundo, 1956):
se aman
de dos en dos
para
odiar de mil
en mil
El núcleo familiar, cerrado y autosuficiente, aparece entonces como algo deseable y seguro. Además, las posibilidades del consumo online, sea de bienes materiales o culturales, favorece ese ideal de vida protegida, de aislamiento confortable.
¿Pero qué ocurre con ese deseo de compartir espacios con gente desconocida junto a la que escuchamos, miramos, sentimos y nos conmovemos? ¿Qué será de las bibliotecas como lugares de aprendizaje entre las personas? La pandemia sorprendió a esta coreógrafa y a este bibliotecario encerrándonos en casa. España, que es el país en el que residimos, decretó un confinamiento durísimo de marzo a junio de 2020. Allí, nos vimos obligadas a visitar nuestras
bibliotecas como si fueran de otras. Nos dedicamos a leer, mientras dejábamos de subir a aviones y a trenes, y a escribir, cuando ya no era posible dar conferencias o que nos las dieran. En medio de esa situación extraña y desasosegeante, tuvimos la necesidad darle calor a lo online, de pensar en lo que podíamos hacer juntas, aunque no estuviéramos en la misma habitación. Había que intentar que la vida no se quedara postergada para “cuando todo esto pasara”.
La reclusión nos permitió, en nuestro caso concreto, poder colaborar en el proyecto de un taller online que juntaba a bibliotecarias y a artistas para pensar en las posibilidades de la biblioteca como espacio colaborativo de creación.
En ese contexto, inventamos la práctica “hacer libros con libros” que compartimos aquí. Quisimos hacer de la lectura, algo individual por antonomasia, una ocasión para el encuentro. Los espacios de intercambio se habían evaporado, nuestros lugares de trabajo estaban temporalmente cerrados y en esas circunstancias, más que nunca, la lectura (de la mano de su gemela la escritura) se nos hizo sinónimo de compartir.
El video fue seleccionado para el congreso internacional “Las artes de desbordar la pantalla: tocarnos, aliarnos y sostenernos en comunidad”, organizado por el grupo de investigación de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) “Investigación, Arte, Universidad: Documentos para un Debate”, que se celebró el 9 de noviembre de 2020.
Javier Pérez Iglesias. Nació, muy pequeñito, en Santander, España. Es licenciado en Historia y la vida le ha convertido en activista bibliotecaria. Desde hace más de dos décadas reside en Madrid. Su actividad profesional está relacionada con los procesos de aprendizaje, el uso público de la información, el papel social de la lectura, el acceso libre al conocimiento, los derechos culturales y el mundo editorial. Ha estado involucrado en la cooperación universitaria y científica para el desarrollo, en el proyecto de revista expandida “Educación y Biblioteca”, en el apoyo al aprendizaje y la investigación en entornos académicos y en iniciativas que trabajan por unas bibliotecas inclusivas y socialmente comprometidas. Actualmente lee, escribe, programa talleres y coordina actividades desde la Biblioteca de la Facultad de Bellas Artes de la UCM. La contaminación y el contagio con las prácticas artísticas y la investigación desde ese mundo han hecho que cambie su manera de entender las bibliotecas y la forma de hacer biblioteca. Algunas cosas publicadas y hechas se pueden ver aquí:
https://goo.gl/iUkH2W
http://www.directorioexit.info/ficha604
María Jerez. Madrid, 1978. Su trabajo se mueve “entre” la coreografía, el cine y las artes visuales. Desde 2004, ha realizado piezas que exploran la relación con el espectador como el espacio en el que los modos de representación se ponen en crisis. Desde El Caso del Espectador hasta sus últimas piezas Blob, Yabba o The Stain esta relación ha mutado desde el “entendimiento” de las
convenciones teatrales y cinematográficas, es decir desde el “expertizaje”, hasta las pérdida intencionada de las referencias donde la artista, la pieza y el espectador se comportan los unos con los otros como extraños. De esta manera en los últimos años su trabajo se ha centrado en abrir espacios de potencia a partir de la relación con aquello que nos resulta extraño, ajeno, intentando aproximarse a que esa potencia abra, en quienes establecen esa relación, una posibilidad de transformación tanto de uno como de otro. En ese proceso de transformación lo otro, lo extraño, lo ajeno se aloja en lo conocido, en lo usual, en uno mismo estableciendo bordes difusos entre uno y otro. Las piezas que ha creado dentro de este marco de trabajo huyen de la afirmación de la identidad y proponen espacios de fragilidad y procesos de desidentificación.
mariajerez.tumblr.com
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