Evelyn Alarcón y Boris Furlan son dos entusiastas de la cultura japonesa. Ella es ceramista y él se desempeña como educador y promotor cultural. Desde hace un tiempo sus caminos se cruzaron para dar a luz al Sitio Serendipia, un espacio para detenerse a contemplar tesoros de distintas culturas y territorios.
Recientemente charlamos con ellos acerca de Japón y del Ikebana. La conversación dio pie a reflexionar sobre las formas en las que se conecta la naturaleza, el arte y el espíritu. Sus palabras trazan un retrato de una sociedad en donde la belleza y la contemplación juegan un papel central y definen el carácter de sus ritos.
¿Qué relación tiene el Ikebana con el budismo y sus prácticas devocionales?
El Ikebana, como otros caminos o dō, tiene su origen en el budismo, venido de China y Corea, y es un pilar de la cultura e historia japonesa.
Ikebana era la forma tradicional de rendir tributo a Buda en forma de ofrendas florales exquisitas dentro de los templos. Aunque la llegada del budismo a Japón suele estar fechada en 538 o 552, la religión no echó raíces si no hasta finales del siglo VI. Fue propagada por el príncipe Shotoku (578-622); en los dos siglos siguientes llegó a ser casi la religión oficial eclipsando al sintoísmo.
En el periodo Nara (710-794) se construyó uno de los monasterios budistas más importantes, Tödai-ji, que estaba destinado a convertirse en el centro de una gran red de templos extendidos por toda la nación.
El ícono principal de Tödai-ji era la estatua de bronce dorado del Buda de más de 15 metros de altura. Se dice que las ofrendas florales a este coloso eran inmensas. Los registros reales indican que en el siglo XVII los arreglos florales tenían unos doce metros de altura.
Se desconoce exactamente cómo se arreglaban las flores ante los íconos budistas en los primeros tiempos, pero se asume que la disposición típica consistía en una serie de flores o ramas colocadas ingeniosamente en un jarrón alto de cuello estrecho. A veces, al parecer, las flores sin tallo flotaban en la superficie del agua en un cuenco o palangana poco profunda.
En algunos registros muestran deidades budistas sosteniendo vasos similares, en los que hay una flor de loto y una hoja de loto. Dado que el loto está tan íntimamente conectado con la tradición budista como símbolo del universo, parece probable que la mayoría de las ofrendas florales budistas tempranas se centraran en esta planta.
Actualmente, aunque el Ikebana ha salido de los templos y pasado por una transformación hasta llegar a las casas, sigue siendo una ofrenda (en algunos casos a Buda, a la naturaleza o un tributo a la belleza conservando su carácter devocional a través de los siglos).
En Elogio de la sombra, Yunishiro Tanizaki habla de los elementos ornamentales en la casa tradicional japonesa, ¿Qué papel juega el Ikebana en el arte decorativo?
Después de pertenecer al templo y estar consagrado únicamente como una actividad para la clase guerrera y la élite social, el arte de Ikebana llega a las casas.
Hasta hace muy poco todas las viviendas japonesas contaban con al menos una habitación (una alcoba especial) conocida como tokonoma, en donde se exhiben las decoraciones de la casa. No se sabe con certeza cuándo ni cómo nació el tokonoma, pero a finales del siglo XV ya estaba muy extendido. Un siglo después había llegado a considerarse indispensable en las mejores casas.
Como forma arquitectónica, el tokonoma se considera una característica del estilo shoin-zukuri, que alcanzó la madurez a finales del siglo XVI y que, con el estilo shinden-zukuri de épocas anteriores, son los dos grandes estilos de la arquitectura residencial japonesa premoderna.
Durante siglos fue costumbre decorar el tokonoma con un grupo de elementos: un pergamino colgante o una inscripción caligráfica, un objeto de arte preciado y un arreglo floral. Estos eran, por regla general, los únicos adornos de la habitación, salvo posiblemente pinturas o diseños en paneles de puertas o paredes. La habitación tenía pocos muebles, si es que los había.
La propia notoriedad de las decoraciones de tokonoma hacía imperativo que fueran interesantes y de la mayor calidad posible. Los tres elementos se cambian periódicamente, y la pintura y el arreglo floral, al menos, se hacen de acuerdo con la temporada.
El espacio interior de las habitaciones japonesas está dominado por líneas rectas, superficies rectangulares y colores relativamente neutros. Las decoraciones de tokonoma brindaron la oportunidad de apartarse del patrón geométrico severamente liso, y de los tres objetos decorativos, el arreglo floral, debido a su relativa impermanencia, ofreció la mayor oportunidad para experimentar y colorear.
No es de extrañar que el tratamiento de las flores se considere un arte serio. La arquitectura japonesa bien puede haber influido en el crecimiento de Ikebana de otras formas. Se supone, por ejemplo, que la apertura general de la casa japonesa y la intimidad de su espacio interior con el jardín exterior invitarán a un manejo naturalista del arreglo floral que adorna el interior. También puede ser que la asimetría general de las casas japonesas, así como la calidad fluida de sus espacios interiores, se reflejen en los patrones lineales asimétricos que prevalecen en el Ikebana tradicional.
Ciertamente, para que se comprenda correctamente, Ikebana debe considerarse no sólo en relación con la arquitectura, sino como una fase de un intrincado complejo estético que incluye todas las artes de Japón, en particular la pintura, la cerámica y la caligrafía.
¿Cuál es el proceso de un arreglo Ikebana y cuánto tiempo toma elaborarlos?
El proceso depende del estilo o escuela que uno escoge para cada arreglo. Partiendo de eso, se toma en cuenta el espacio en el cual vivirá el arreglo (luz y sombra a lo largo del día teniendo particular importancia), la base que se usará para colocarlo (florero vertical u horizontal, o sin florero alguno, de cuello ancho o estrecho, de metal, cerámica u otro, etc…) así como los elementos florales (u otro si se trata de Ikebana moderno).
Una vez considerados todos los parámetros, la idea principal es rendirle un tributo a la belleza natural de todos los elementos. Para eso se usan diferentes técnicas para realzar la dirección de los tallos, la propensión natural de un elemento a erguirse u inclinarse. El proceso de elaboración de un arreglo de Ikebana dependerá de cada individuo y para qué fin esté destinada la pieza. Así como de la formalidad, estilo y escuela de cada persona.
Inicialmente en el estilo más formal conocido como Rikka, los tiempos de elaboración eran largos, ya que complejidad de los diseños y el tamaño de los arreglos requería no sólo de una buena cantidad de tiempo si no también de especialistas carpinteros y monjes que dedicaban días en la elaboración de un arreglo de Ikebana.
En otros casos como el estilo Nageire y Chabana , que tienen menos elementos florales y su finalidad es honrar la belleza de la naturaleza estacional y en algunos casos ser parte de la ceremonia de té, el tiempo de elaboración dependerá de cada persona que lo realice, el tiempo y la presencia serán parte de los materiales no tangibles del arreglo de Ikebana.
¿En dónde se practica el Ikebana?
Originalmente, el Ikebana se desarrolló dentro de los monasterios, en los espacios de preparación de los guerreros samuráis y en las casas de la élite política y social, para después ser parte de la vida cotidiana.
Actualmente las escuelas más modernas fomentan que el Ikebana se realice por cualquier persona en cualquier lugar y con cualquier cosa (Escuela Sogetsu).
Al visitar Japón se puede ver Ikebana en los templos, las casas de té, los restaurantes, los aparadores de tiendas antiguas y modernas, en los museos y en las casas.
Se puede ver artistas de Ikebana en medio de un ruidoso café en Kioto (dentro de una caja de cristal que recuerda a una mini casa de té), o a un artista haciendo un monumento floral en las playas de Okinawa; o, si tienes suerte, al entrar a un templo podrás observar el hermoso suceso de la creación de un arreglo para una ofrenda.
¿Qué papel tiene el Ikebana en la sociedad japonesa contemporánea?
Como casi todas las artes y caminos (dō) en Japón, el Ikebana se ha mantenido muy vinculado a la vida diaria. Después de la segunda guerra mundial unos cuantos artistas e intelectuales japoneses rescataron varios de los caminos que habían perdido su atractivo para la población.
El Ikebana se mantiene vivo gracias al aprecio que tienen los japoneses por la naturaleza y sus estaciones. Amorosos de la impermanencia, este arte se trata de la compresión del ciclo vital de todo lo que está vivo, el aprecio por la asimetría y la imperfección y por el modo de vida contemplativo. El arte del Ikebana promueve paz mental y aprecio por la belleza, y también la aceptación de los cambios naturales.
Existen actualmente más de 3000 escuelas en Japón en las cuales se vive ese camino de manera muy activa. Como occidentales y con sincera humildad podemos decir que sería muy difícil desvincular el Ikebana, la cerámica, el té, el wabi sabi y el silencio de la vida de un japonés.
¿Cómo se realiza una obra de ikebana?
Hay varias formas de empezar un proyecto: con una idea en mente y un esquema preciso; o de forma orgánica, con lo que uno va descubriendo durante un paseo, por ejemplo.
Según los estilos se buscarán elementos que podrán asumir las diferentes partes necesarias y obligatorias: por ejemplo, en el estilo Seika tradicional, en su forma más pura, se necesitan tres elementos vegetales de la misma especie que representan el cielo (el tallo más largo), el hombre (⅔ del elemento cielo) y la tierra (⅓ del mismo). Estos se dispondrán con ángulos codificados en el florero.
Para lograrlo es necesario buscar específicamente lo que se usará así como el florero para poder hacerlo de la manera más eficiente y bella (siendo el objetivo enaltecer la belleza natural de los elementos floral es para rendir homenaje a la naturaleza).
Para un arreglo menos codificado, uno que permita el uso de más elementos florales (como lo hace la escuela Sogetsu), puede buscarse algún elemento en la naturaleza que dé origen al arreglo final: una rama con un perfil particular (las de cerezo por ejemplo).
Lo único que se evita es tener que comprar los elementos vegetales para realizar el Ikebana (a menos que sea un curso o una instalación particular). Un simple diente de león que creció en una grieta de la banqueta puede darle vida a un arreglo de Chabana (para acompañar una ceremonia de té) de particular belleza y delicadeza.
En el Ikebana lo que cuenta es la intención, el aprecio por la belleza de la naturaleza y el deseo de rendirle un homenaje.
¿Cómo llegaron ustedes a ese arte y qué valor le encuentran hoy, desde una perspectiva extraña a la cultura oriental?
Evelyn: las flores me han acompañado desde la niñez, siendo el pretexto de juegos favoritos junto con los libros y revistas acerca de Japón. La primera vez que vi un arreglo de Ikebana fue a los 7 años en un consultorio dental que atendía un doctor japonés (al que por cierto trataba de volver con cualquier pretexto). No tenía idea de que ese arreglo tenía el nombre de Ikebana; lo único que sabía es que era algo que me emocionaba e intrigaba muchísimo y no podía explicar el por qué no era igual que otro arreglo floral que antes hubiera visto.
Japón siempre se hizo presente en mi camino y las flores estuvieron cerca también, aunque los estilos y técnicas occidentales siempre me parecieron insuficientes por mi necesidad de darle un significado a todo.
Para cuando llegué a la cerámica ya hacía arreglos que intentaban ser Ikebana, sin conocer aún el universo infinito de historia y simbolismo que me esperaba.
La cerámica me llevó a Asia, en donde me adentré a un mundo que era paralelo a las flores y poco a poco encontré a los maestros que me iniciaron en este camino. El acompañamiento personal de cada uno de ellos, y las personas y circunstancias que me llevaron a ellos los considero “mi más grande fortuna”.
Aprender Ikebana y cerámica en Japón sin tener un idioma en común me exigió estar presente con todos mis sentidos y dejar de lado la mente, lo que se convirtió en la experiencia de aprendizaje más trascendente en mi vida y fue una de las semillas del proyecto de Sitio Serendipia.
Después vino la parte teórica, técnica y práctica en la que junto con Boris profundizamos a diario, honrando el hecho de que un alumno de Ikebana debería pasar por años y grados de estudio para alcanzar y perfeccionar su nivel y técnica.
Boris: Yo llegué muy tarde al mundo del Ikebana. Fue Evelyn quien me inició y me llevó a explorar ese camino hace unos años. La noción de equilibrio es algo que siempre me ha apasionado, e intenté cultivarla a través de la fotografía, donde la luz y la sombra bailan asumiendo el mando cada uno a su turno, y también a través de la búsqueda del equilibrio asociado a la gravedad con el rock balancing, que busca desafiar la imaginación y las leyes de la física.
Encontré en el Ikebana la misma sensación y la misma posibilidad de jugar con la luz, la sombra y la gravedad. Cuando se encuentra el equilibrio perfecto de unos elementos entre sí, todo se vuelve frágil y perfecto, efímero e improbable. Para mi la perfección de un arreglo reside tanto en su aspecto estético (casi gráfico) como en su fragilidad y momentaneidad. Mi búsqueda en el camino de las flores es este: un equilibrio improbable.
Evelyn Alarcón es diseñadora, ceramista e ilustradora; Boris Furlan es educador y promotor cultural. Ambos gestionan el Sitio Serendipia, un proyecto que busca promover el arte y la cultura de distintos territorios.
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