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Mon Vásquez Gutiérrez

Biblioteca y/o barbarie


Ciudadanos recuperan el CAI de La Gaitana como biblioteca popular. § EFE

Hace unos días, en la noche bogotana del 8 de septiembre, por presuntamente violar la cuarentena de la pandemia, miembros de la Policía Nacional de Colombia agredieron y torturaron con una pistola de descargas eléctricas a Javier Ordóñez, que murió horas más tarde en un hospital cercano. Desde el suelo, sometido, Javier Ordóñez exhalaba: “Ya, ya no más”. Era la traducción al español del exhorto de George Floyd, “I can't breathe”. Imágenes, en los dos casos, de una brutalidad escalofriante y que han sido reproducidas millones de veces.


Javier Ordóñez, 44 años, padre de dos muchachitos de 11 y 15 años, estaba a punto de recibir su diploma de abogado y tenía estudios de aeronaútica. Tenía un taxi y vivía de él.


Horas después ciudadanos indignados realizaron manifestaciones de repudio en la capital colombiana y otras ciudades. Manifestaciones pacíficas que terminaron con disturbios, saqueos y destrozos del mobiliario urbano, buses de Transmilenio y Comandos de Atención Inmediata (CAI) de la policía.


La respuesta de la policía frente a estas protestas ha sido violenta. Para la noche del sábado 12 ya eran trece (luego se ha añadido otro) los muertos. Todos civiles, ningún policía. Diez en la capital y tres en Cundinamarca, decenas de heridos por bala, más de 150 denuncias por excesos policiales. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Amnistía Internacional, la Unión Europea, la propia alcaldesa de Bogotá han condenado la actuación policial.


 

Biblioteca popular Julieth Ramírez, en el Comando de Atención Inmediata (CAI) de la policía.


Si de bibliotecas públicas se trata, Colombia es, muy probablemente, la más rica de Latinoamérica.


Una recién nacida Unesco, dirigida por Jaime Torres Bodet, tuvo el proyecto de crear Bibliotecas Públicas Piloto. La primera se estableció en la India en 1951 y al año siguiente en Medellín. La Escuela Interamericana de Bibliotecología nace cuatro años después, también en Medellín, y hasta el día de hoy.


Las bibliotecas públicas de Medellín son, desde hace años, motivo de aprendizaje e interés para muchas bibliotecas del subcontinente y muchos de sus profesionales verdaderos referentes bibliotecarios.


En Bogotá, en los últimos veinte años, han llegado a crear una verdadera red de bibliotecas públicas, BibloRed. 23 bibliotecas en el centro de la ciudad, en colonias y barrios populares, en la zona rural de Bogotá. 81 puntos de préstamo de libros en parques. 10 biblioestaciones en Transmilenio (lo que en Ciudad de México es el Metrobús).


Una red de bibliotecas que, más allá de lo boniiito que es un libro en las manitas de un niño, se da a la tarea de analizar y debatir sobre el papel de las bibliotecas en el autodidactismo, la educación de adultos, la educación fuera del ámbito de la escuela, las bibliotecas y las personas con discapacidad, la biblioteca y la primera infancia, las bibliotecas y las prisiones...


Profesionales preparados, un presupuesto anual de 300.000 dólares para la adquisición de libros y otros documentos, una joven y muy dinámica Escuela de Mediadores (que pronto traeremos a pasear a este Jardín Lac), un Centro Aprende como laboratorio sobre la función educativa de la biblioteca...


(Por cierto. Pregunta: ¿qué es lo que han hecho por las bibliotecas públicas los supuestos gobiernos progresistas que desde 1997, 23 años, gobiernan la Ciudad de México? ¿Y en Argentina o Brasil?

Ya hablaremos aquí, también, de modelos comparados de desarrollo bibliotecario en los países de nuestros idiomas).


El de promotor y promotora de la lectura es todo un oficio en Colombia.

Personas de toda condición y origen se han formado y experimentado. Son muy buenas en su oficio. En Colombia sucede que entras una noche a un bar y el de al lado de la barra es una promotora, promotor.


 

De repente, en Bogotá, ante la represión (14 muertos, decenas de ciudadanos heridos de bala), sectores de la población reaccionan transformando un centro policial en biblioteca popular.


Dos casos: el del CAI de La Gaitana, en el sector de Suba, y el CAI de La Soledad (Parkway).

La mañana del viernes 11, algunos colectivos se unieron para transformar el arrasado CAI de La Gaitana en la biblioteca popular Julieth Ramírez, nombre en memoria de la joven, 18 años, que sufrió un impacto en la traquea por una bala perdida y murió por ello. La idea era manifestarse desde el arte para construir un espacio de memoria.



En Bogotá, ante la represión (14 muertos, decenas de ciudadanos heridos de bala), sectores de la población reaccionan transformando un centro policial en biblioteca popular.




Al siguiente día, integrantes de la fuerza pública tomaron la biblioteca y borraron el rostro de Julieth. ¿Generar más dolor y rabia? ¿Echar más leña al fuego? ¿Provocación? Al borrar los nombres de las víctimas, y pintar el espacio de gris, la comunidad se sintió nuevamente violentada, lo que causó una confrontación entre las organizaciones sociales, los habitantes de la comunidad y la policía.


Unas horas después, el domingo 13, decenas de personas respondieron a la convocatoria para reconstruir el mural que había sido destruido, luego de entablar un diálogo con todos los integrantes del conflicto para proponer un acuerdo social. Laura,del colectivo Suba Nativa y de la Biblioteca Comunitaria El Fuerte del Viejo Topo, así lo explica:“La representación simbólica de una biblioteca es un espacio donde se construye conocimiento y en el que podemos conocernos como comunidad. Este lugar representa la sensibilización, el reconocimiento del territorio y el fortalecimiento de los procesos colectivos de la comunidad. Lo que queremos es crear un espacio de reafirmación de los derechos humanos y de la vida ambiental”. 


Juan Diego Acosta escribía en las redes sociales: “las calles hablan, piden a gritos paz y educación sin discriminación de cuánto puedes pagar. CAI La Gaitana ahora es la biblioteca popular “Julieth Ramírez”, mientras que una persona identificada como ItsNicoMcFly en Twitter pone: “Destruir un símbolo de una institución podrida para cambiarlo por la solución, esto va más allá, es la raíz del problema hecha símbolo”.

Decenas de vecinos acudieron a la cita del domingo con cajas de madera con pinturas de colores, brochas y pinceles. Se llevaron y repartieron libros, se preparó un caldo comunitario, hubo malabares.


Creo que lo que está ocurriendo acá es un momento esperanzador — dice Laura. El hecho de que nosotros hayamos pintado este mural y que lo hayan destruido, es un intento de borrar la memoria. Pero al volver a tomarnos este espacio, es una manifestación de constancia y resistencia por parte de la comunidad. A través de este acto estamos exigiendo cambios, pero, además, el arte es una manera de reparar el dolor. Sabemos que no va a revivir Julieth, ni tampoco los tres chicos que asesinaron en Suba, o las personas que han sido asesinadas en las masacres; pero si no se pinta, si no se escribe, si no se recuerda, si no se menciona, queda en el olvido”.


Nosotros no somos vándalos, no somos terroristas; somos artistas, docentes y gestores, que tenemos claro que el cambio en este país se hace en manos de los jóvenes con cultura, con libertad de pensamiento, con arte y educación. (Andrea)

Andrea, gestora cultural de la localidad, denuncia la estigmatización que sufren los líderes y defensores de derechos humanos: “La paz y la memoria se hace mediante la educación. Nosotros no somos vándalos, no somos terroristas; somos artistas, docentes y gestores, que tenemos claro que el cambio en este país se hace en manos de los jóvenes con cultura, con libertad de pensamiento, con arte y educación”. 

Hoy, 17 de septiembre, sigue la recogida de firmas para que la alcaldesa de Bogotá declare el CAI La Gaitana-Suba como Centro de Memoria y Cultura de la comunidad.


 

Jardín Lac se suma a la petición a la alcaldesa de Bogotá.




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