«Venimos de una estructura social en la que siempre nos ha tocado compartir, es lo que nos ha permitido salir juntos de las dificultades. En nuestra cultura, compartir es fundamental, la solidaridad está en todo momento, ya sea para compartir un buen momento o si necesitas ayuda». De esta manera explica Susana Huarachi, vecina de Senkata (El Alto, Bolivia), la respuesta de su comunidad y otras comunidades pobres a la crisis provocada por la pandemia del covid-19.
Como ya se sabe muy bien, la economía y los recursos de las familias más vulnerables del planeta se han visto duramente afectados por esta crisis. La CEPAL anticipa un 30 % más de pobres en América Latina, lo que significará un total de 83.4 millones de personas en pobreza en la región. Esta cifra representa millones de seres humanos padeciendo hambre, inseguridad y falta de acceso a los derechos fundamentales: salud, vivienda y educación, entre otros.
Pero la pobreza no es algo nuevo, la pandemia sólo ha puesto de manifiesto las desigualdades, el olvido y el maltrato que han sufrido las personas, familias y comunidades más pobres a lo largo de siglos.
De la misma manera, las iniciativas de solidaridad y cuidado mutuo que se han activado a lo largo de los últimos meses en el seno de estas comunidades nos son algo nuevo, forman parte de la idiosincrasia de quienes enfrentan la pobreza, tal como lo explica Roxana Quispe, también vecina de Senkata:
«La pandemia nos ha hecho recordar las costumbres que nos habían enseñado nuestras abuelas y abuelos: compartir, ayudarnos unos a otros; ellos siempre decían: “hoy haremos para mí y mañana haremos para ti.” No nos habíamos olvidado totalmente de esas costumbres, porque las familias que vivimos en pobreza, cuando alguien necesita, siempre estamos ayudándonos. Ayudar siempre ha estado presente entre nosotros, pero en estos momentos, hemos recordado más y hemos practicado más para que nadie esté desamparado. Es importante transmitir a nuestros hijos las enseñanzas que nos han dejado nuestros abuelos, para que ellos aprendan a ser solidarios y que no solo piensen en ellos sino también enseñarles a pensar en los demás».
ATD Cuarto Mundo es una organización internacional que reúne personas de toda índole en el desarrollo de proyectos contra la pobreza y en favor de los derechos humanos. Trabajando codo a codo en el seno de la organización, hay personas con experiencia propia de la pobreza y a otros que, sin haberla sufrido directamente, eligen también comprometerse por un mundo liberado de la miseria.
A menudo, las contribuciones y conocimientos de las personas en pobreza no son reconocidos ni valorados; ellas son vistas como personas que no tienen nada que aportar, como quienes no se esfuerzan lo suficiente, personas que no tienen conocimientos que compartir o no contribuyen de ningún modo a nuestras sociedades. Sin embargo, las personas en pobreza no solamente sobreviven, en circunstancias muy difíciles, gracias al ingenio personal y colectivo, sino que encuentran maneras de crear bienes y servicios fundamentales, a menudo apoyando a otros y haciendo importantes contribuciones económicas y sociales. La respuesta de solidaridad y cuidado mutuo de las personas y comunidades pobres durante esta crisis es una clara muestra de esta contribución crucial; una muestra que, por un lado, debe ser justamente visibilizada y reconocida, y por otro, tomada como saber hacer y saber vivir a partir del que nuestras sociedades pueden transformarse.
Al contrario de lo que pudiera parecer a causa del distanciamiento social necesario para paliar los contagios de covid-19, lo que nos va salvando como sociedad, ahora y siempre, es lo común, lo que hacemos juntos, la ayuda mutua que somos capaces de proporcionarnos.
Completamente abandonados por los gobiernos o a la expectativa de unas pocas ayudas materiales que no alcanzan a las comunidades más vulnerables, la respuesta de quienes padecen la vida muy dura de la pobreza ha sido poner en marcha la solidaridad, tomar las riendas, junto a sus vecinos, para convertirse en agentes de cooperación y resiliencia colectiva. Así lo han contado miembros de ATD Cuarto Mundo a lo largo y ancho del continente latinoamericano:
«A partir de mañana, me voy a enfocar en hacer ollas comunes con mis vecinos porque algunas familias ya no tienen qué comer. Ahorita, un vecino nos está donando medio saco de papas y otros vecinos están aportando unos cinco kilos de quinoa, todo lo poco que tienen están donando. Gracias a Dios, entre vecinos se pasan la voz. A veces, entre los pobres hay más unión». Julia Marcas (Lima, Perú)
«Hemos hecho un censo casa por casa preguntando qué tiene de alimento la familia y qué le hace falta. Hay unas familias que tenemos demasiados frijoles, las otras mucho arroz... entonces si quieres donar algo de lo que tienes ahí, lo donas. De esa manera vamos haciendo paquetes para el que no tiene nada». Milena Foronda (Medellín, Colombia).
«Dios me da la oportunidad de hacer platitos de lo que aquí en Guatemala comemos. Comparto con diez, once, doce familias... para lo que alcanza. Trabajo los días domingos, porque de lunes a viernes no puedo. Pero el día domingo lo hago con mucho amor. Me levanto con mucho entusiasmo al saber que tengo algo que hacer por mi comunidad». Aida Morales (Escuintla, Guatemala).
«Creo que lo que me hace ser así —explica Tatiane Soares (Petropolis, Brasil)— es la forma en que fui criada por mi abuela. Desde que llegamos a nuestra comunidad, tratamos de marcar una diferencia. Eso es lo que quiero: marcar una diferencia. Creo que todavía hay muchas cosas buenas que hacer y que vendrán. Vienen mis hijos y tendrán sus hijos y mis nietos... Quiero que recuerden que había una persona que luchó para intentar un mundo mejor, que también ellos pueden hacer una pequeña diferencia, que no soy sólo yo en una comunidad sino que en cada comunidad, en cada país, hay una persona que quiere hacer el mundo diferente. Eso me hace muy feliz».
El distanciamiento físico al que estamos llamados en esto momentos tiene que ver con el cuidado mutuo, pero está muy lejos de ser suficiente para hacer frente a la crisis actual o a la crisis de la pobreza que perdura.
Afortunadamente, han sido muchos los ciudadanos que a lo largo de los últimos meses han hecho más que tomar distancia física. De manera muy particular, las respuestas que se han ido forjando en el seno de las comunidades pobres para resistir al desamparo y para no dejar a nadie atrás marcan la senda de cómo podemos convertirnos, unos y otros, en los agentes de cooperación y cambio que nuestras sociedades necesitan, subrayan que no salimos adelante ocupándonos solo de nosotros mismos, sino de lo común, del bien común.
No salimos adelante ocupándonos solo de nosotros mismos, sino de lo común, del bien común.
«Nosotros vivimos esas circunstancias y esto nos motiva a compartir, a estar pendientes de otros, a decir que nosotros ya lo vivimos y tenemos que hacer algo para que alguien más no lo viva, porque esto es muy duro». Luis Zepeda (Ciudad de Guatemala, Guatemala)
«En estos momentos, para mí lo importante es que puedo dar lo poco que tengo. Nos necesitamos de verdad, necesitamos apoyarnos unos a otros porque no se puede trabajar. Tenemos que estar pendientes de los que más nos necesitan. En mi cultura, eso se hace compartiendo lo que tenemos: yo tengo una cosa, puede otro tener otra cosa y tal vez intercambiamos y así nos apoyamos». Roxana Quispe (El Alto, Bolivia)
A lo largo de los últimos meses, ATD Cuarto Mundo ha sido testigo de cómo las personas y comunidades más vulnerables a todas las crisis han activado, con poquísimos recursos, una multitud de formas de resistencia: el trueque, la recaudación de víveres para hacer canastas para compartir, las ollas comunes para repartir almuerzos, la elaboración comunitaria de tapabocas, la compra en el puesto de venta de quien más lo necesita, el compartir de lo que se tiene en casa, el apoyo y el acompañamiento emocional...
¿Seremos capaces de aprender de una vez por todas de esta capacidad de cuidado radical? ¿Lograremos comprender que nos necesitamos de verdad los unos a los otros? ¿Haremos por fin del bien común la brújula de nuestras economías y convivencia?
El pasado 17 de octubre, se conmemoró, bajo el lema Actuar juntos para lograr justicia social y medioambiental para todas las personas, el día internacional para la erradicación de la pobreza. Con ocasión de esta jornada, miembros de ATD Cuarto Mundo en América Latina trabajaron juntos para elaborar un mensaje que se revela como especialmente trascendental en estos momentos en los que la humanidad entera está buscando proteger a la vida frente a un virus.
Crear caminos de vida
No podemos hablar de justicia, pero podemos hablar de vida. La vida en su sentido más profundo, la vida que sigue palpitando a pesar de las condiciones de injusticia.
Nuestros ancestros nos enseñan que la vida es una sola. Todo está conectado: los seres humanos y los otros animales, las plantas y los árboles, el agua, el aire, las montañas. En todo esto puede verse la vida en abundancia. Somos hijas e hijos de la Pachamama, nuestra Madre Tierra, nuestra casa y destino común. Todos queremos la vida en plenitud y la buscamos con todas nuestras fuerzas, pero ¿qué hemos puesto en el centro de nuestras sociedades?
Algunos dicen que el crecimiento económico y la modernidad van a producir bienestar para todos, quieren hacernos creer que la Pachamama no es capaz de sostener a sus hijos, que son las industrias y los bancos los que nos van a salvar.
Pero el crecimiento económico beneficia solo a unos pocos y la modernidad no trae vidas mejores para muchos de nosotros ni para el planeta. Allí mismo donde se toman las tierras para explotarlas a través de las minas o los centros petroleros, las personas continúan sufriendo a causa de la desnutrición y el agotamiento.
Es este sistema, la economía no es un medio a favor de la vida, sino un fin en sí mismo: los recursos naturales y territorios sagrados, nuestras vidas y las de los animales son sólo material de consumo para la producción a favor de unos pocos.
Parece que todo sacrificio vale para salvar la economía: lo que no sirve, lo botamos. Los pobres han sido olvidados, los ancianos han sido olvidados, los campesinos han sido olvidados, los pueblos indígenas han sido olvidados, los saberes comunitarios y ancestrales han sido olvidados, los animales han sido olvidados, nuestra Madre Tierra ha sido olvidada.
Vemos que la vida misma ha sido olvidada: la vida en su esencia.
Quienes son víctimas de la injusticia en sus diferentes formas, luchan no solo para sobrevivir sino creando caminos de vida.
Cuando salimos a trabajar en condiciones muy difíciles, no lo hacemos porque podremos acumular o desarrollar la economía, sino porque elegimos buscar vida a pesar de todo.
Cuando hacemos una olla común para resistir al hambre en los barrios periféricos, cada uno aportamos algo para favorecer la vida que compartimos entre todos.
Cuando ofrecemos leche o verduras de nuestros cultivos a un vecino, lo hacemos porque sabemos que vivimos bien cuando compartimos.
Cuando preparamos nuestras ofrendas a la Madre Tierra, estamos cuidándola como ella nos cuida, agradeciendo y contribuyendo a la abundancia de la vida.
Cuando enseñamos a nuestros hijos a cuidar y a compartir, estamos abriendo caminos de vida también para las generaciones futuras.
Salimos adelante compartiendo. Pero vemos que a menudo da el que menos tiene, que no todos saben dar. Debemos aprender a compartir. Compartiendo ponemos la vida en el centro: no la vida de unos o de otros, sino la vida en su conjunto.
Queremos que nuestra experiencia y conocimiento sea reconocido, entrar en un nuevo diálogo con quienes toman decisiones y se encargan de las políticas, que se atrevan a escuchar, conocer y ver la realidad que vivimos.
Aprendan con nosotros: volvamos a poner la vida en el centro de todo. Compartiendo, construyamos juntos los caminos del verdadero buen vivir».
(Extractos del Mensaje Crear caminos de vida, elaborado por miembros de ATD Cuarto Mundo en América Latina para la conmemoración del 17 de octubre 2020 en la Naciones Unidas).
¿Estamos listos para crear verdaderos caminos de vida, la vida en mayúsculas, la vida de verdad que es para todos? ¿o vamos todavía a conformarnos con la pequeña vida, la vida en minúsculas que es solo para unos pocos? ¿a qué vida te apuntas tú? ¿a qué vida me apunto yo?
Nos necesitamos de verdad. Compartiendo, construyamos juntos los caminos del verdadero buen vivir.
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