Jardín Lac realiza un mapeo de proyectos bibliotecarios independientes que incluye a bibliotecarios, mediadores, voluntarios, visitantes, curiosos y personas con pasión diligente por las bibliotecas. En esta ocasión entrevistamos a Susana Gamarra, que nos habla sobre su labor en Perro de Papel, un proyecto argentino de registro in situ de bibliotecas y bibliotecas populares socializado a través de la plataforma Instagram.
Mientras tecleo me llegan avisos de dos correos promocionando nuevas aplicaciones y funciones con promesas para “tomar el control total” en un clic, en un pago, en un solo acceso. En la época del modelo de negocio claro, del valor de la imagen profesional (y biográfica), es refrescante escuchar el deambular sin intenciones ni objetivos y sin mapas de Perro de Papel, una bitácora o diario de bibliotecas surgido en plena pandemia. Tanto el proyecto como la propia biografía de su principal animadora rezuman osada ternura e insólita calidez.
Perro de Papel es posible gracias a un pequeño grupo de amigos que dedican parte de su atención y energía para hablar de una sola biblioteca a la vez. Más que un sabueso bibliotecario, el proyecto hace pleno honor a la expresión “andar de pata de perro”, y nos ha compartido en redes sabrosos descubrimientos como la Biblioteca Infantil de la Naturaleza, la Biblioteca Popular Con Ternura Venceremos, la conmovedora historia de la Biblioteca Del Otro Lado del Árbol, la vigorosa labor de la Biblioteca y Librería Popular Inclusiva (ByLPLI) y la de la Biblioteca y Centro de Documentación Feminaria, así como las insólitas Biblioteca del Puente: ambulante, solidaria y poética —literalmente sobre un puente—, Doña Galinda. Biblioteca y Librería Rodante, entre otras.
Aunque las visitas a las bibliotecas (que tienen mucho de azar) son realizadas generalmente por Susana Gamarra, Gonzalo Criado y, ocasionalmente, la Chola (una perrita Pila de cuatro años), sus colaboradores amigos residen en distintas ciudades argentinas (Córdoba, Salta y Buenos Aires): Alicia Molina, Huenú Peña, Jimena Aldana, Laura González, Luisa Salazar, Maco Vivas, María Inés Afonso Esteves, Melisa Fuentes Kren, Pablo Smodlaka Masci y Pía Steiner. Se dedican a la bibliotecología, la docencia, el arte, el diseño, la locución y el área de IT y computación. Algunos también ilustran, hacen collages, cerámica y encuadernación.
En estos tiempos productivistas y ocupados, Susana, norteña trasplantada en Buenos Aires con formación en Artes y en Bibliotecología, lectora calma y gran amante de la raza canina —ella sueña con una perroteca móvil—, se toma unos mates y muchos minutos para conversar con Jardín Lac y sus lectores sobre transitares lectores y los hallazgos que animan el Diario de bibliotecas.
Bibliotecas de la infancia
- En mi casa no había una biblioteca frondosa, por así decirlo. Había libros dando vueltas y algunos guardados arriba de un ropero. Un día me trepé y cacé un par. Me acuerdo de algunos títulos: Por quién doblan las campanas, Papaíto piernas largas y El niño que enloqueció de amor. A este último lo leí en un par de noches y no dormí. Debo haber tenido siete, ocho años, no sé. Me angustió y lloré porque es de un niño que se enamora de una mujer mayor. No estoy muy segura sobre cómo llegaron esos libros a mi casa, quizás los compraron mediante una suscripción por correo, pero también tuvimos una vecina, Beba, que vendía libros por catálogo.
El primer recuerdo de haber entrado en una biblioteca es en la casa de María José, una amiga de la infancia. Bucho, su papá, tenía una biblioteca preciosa. Y luego la biblioteca del colegio, que no era muy frecuentada. Ahí encontré una edición viejita de Gustavo Adolfo Bécquer. Tenía el papel amarillo, quebradizo y las páginas adornadas con dibujitos de rosas. Le pregunté a la bibliotecaria si me lo podía cambiar por otro pensando que me iba a sacar sonando, pero me dijo que sí. Apenas lo vi me atrajo su fragilidad. Pero no era de frecuentar mucho a las bibliotecas, la verdad que no. Leíamos en voz alta con mi mamá en la cocina, cosas así.
¿Qué hacer con una cuenta de Instagram y amor por las bibliotecas públicas?
- El invierno pasado tuvimos la posibilidad de viajar a Punta Indio, una localidad de la Provincia de Buenos Aires. Sobre la ruta había un cartel: Biblioteca Municipal Punta Indio. Como la biblioteca estaba cerrada, tomé una foto que luego compartí por Instagram.
Al tiempo nos escribió Alan, integrante de la Biblioteca Fundaterra y Centro Cultural Pampero, para invitarnos a conocer la biblioteca y tomar unos mates.
Su mensaje nos provocó una alegría inmensa. ¡No pudimos decir que no!
Posiblemente vio la foto de Punta Indio o lo que compartimos sobre El hormiguero permacultural. Entonces le comentamos: bueno, no nos dedicamos a recorrer lugares, pero un día de estos vamos para allá y si escribimos algo, te lo muestro luego y nos decís qué te parece.
Finalmente nos encontramos y fue hermoso conversar con él. Su iniciativa nos permitió descubrir que podíamos hacer algo que no imaginamos y que nos gusta mucho como pataperrear, compartir lecturas, saberes, sentires y experiencias de las bibliotecas.
¿Bibliotecas de libros? ¡Bibliotecas de vínculos!
- Hay una biblioteca de la que todavía no tuvimos tiempo de escribir la reseña, se encuentra en Rosario Lerma, en Salta, y cumple un rol social muy importante.
Sandra, la bibliotecaria, nos comentó que cuando alguna persona del lugar cumple años le avisan y ella se encarga de hacer un cartel de feliz cumpleaños, cosas así. No me acuerdo si a las felicitaciones las publicaban en redes o hacían carteles para poner en la vereda, pero tenía un vínculo muy cercano con las personas de esa comunidad. Ese día tenían “la mesa silenciosa”, sin ningún cartel, pero con libros para llevar.
En la cuadra de la biblioteca hay un cajero automático donde se puede cobrar la jubilación y las personas esperan de pie; hace calor, les da el sol, luego se descomponen y entonces la biblioteca es un lugar en el que pueden estar, sentarse a descansar y tomar alguna bebida. Me pareció hermoso.
Son gestos de cuidado y hospitalidad que se dan en la mayoría de las bibliotecas que visitamos. Las personas que trabajan en las bibliotecas son generosas y transmiten emociones cuando relatan la historia del lugar, sus anécdotas, alegrías y sueños. Por supuesto, también hay preocupaciones y necesidades, pero las llevan con una vitalidad que es contagiosa.
Poéticas del diario bibliotecario
- ¿Perro de Papel? ¡No sé por qué ese nombre!, quizás es el devenir del “pulpo de seda'', mencionado por el Conde de Lautréamont en Los cantos de Maldoror, uno de nuestros preferidos. Y la idea de evocar una imagen de perro ya venía apareciendo...
Es que damos muchas vueltas, como dice el dicho, y tenemos ese modo de andar medio perruno. El itinerario no es lineal, se va haciendo sobre la marcha. Guiados por la emoción de alguna invitación, recomendación o, sencillamente, preguntando a las bibliotecas si les gustaría recibirnos. Y siempre nos esperan con matecitos, con alegría. A veces nos acompaña la Chola, aunque generalmente a las bibliotecas no te dejan entrar con perros.
Las reseñas entrelazan una multiplicidad de voces porque desarrollamos una especie de escritura colaborativa. Nosotros no tenemos una finalidad y, sin embargo, al compartir historias y vivencias de las personas que habitan y trabajan en esos espacios, individual y colectivamente, se generan vínculos muy bonitos y esto nos une.
Estando en las bibliotecas uno se da cuenta de que suceden muchas cosas, cada una es un universo particular y a la vez un lugar preciso en el que podemos estar, perdernos y encontrarnos.
Para entender cabalmente lo que cuenta Susana es importante recordar lo que son y representan las bibliotecas populares en Argentina:
La biblioteca popular es un modelo originado iniciado hace 150 años. Se trata de bibliotecas creadas y sostenidas principalmente por iniciativa de un grupo de personas de una comunidad. En algunos países como Argentina, Uruguay, Chile o Colombia se conocen también como bibliotecas comunitarias. En Argentina se encuentran repartidas en todo el territorio y son nucleadas por la Comisión Nacional Protectora de Bibliotecas Populares (Conabip), un organismo estatal que las apoya y fomenta su desarrollo.
Para cerrar compartimos con los lectores las imágenes y las pequeñas historias de algunas de las Bibliotecas registradas por Perro de Papel.
1. Biblioteca del Puente
La Biblioteca del Puente funciona gracias a la iniciativa de un grupo de narradoras, bibliotecarias, docentes y escritoras, que se reúnen dos veces al mes sobre el puente del Ferrocarril Sarmiento de la Ciudad de Buenos Aires. Promueven la lectura y el encuentro entre lxs vecinxs del barrio de Caballito y lxs transeúntes que se sientan atraídxs con la propuesta. Prestan libros, cantan, narran, susurran poemas al oído y reparten delicadas publicaciones. Mientras de fondo se escucha al tren que pasa y las saluda con sus bocinazos.
2. Biblioteca Infantil de la Naturaleza - Jardín Botánico Carlos Thays
La Biblioteca Infantil de la Naturaleza se encuentra ubicada en el Jardín Botánico Carlos Thays de la Ciudad de Buenos Aires. Dentro de este pequeño espacio, que evoca una torre circular, Carla Ortiz y Estela Iritano proponen juegos, lecturas y actividades. Posee una amplia colección de libros infantiles y juveniles sobre la naturaleza que abarcan los distintos formatos y géneros literarios. Se encuentran sobre repisas bajas y ¡al alcance de la mano! para disfrutar en la biblioteca y, también, en el jardín acompañados por especies vegetales, flores y conversaciones de los pájaros.
3. Del otro lado del árbol —Inspirado en Pilar—, Biblioteca Popular, Espacio Social y Cultural para las Infancias
Se encuentra en el corazón del Parque Saavedra en La Plata. Está rodeada por una frondosa arboleda con juegos y tallas en madera que evocan naufragios y cuentos fantásticos. Abrió sus puertas el 2 de abril de 2011, meses después que Pilar Andicoechea, hija menor de Paula Kriscautzky, viajara hacia el sol y la luna. Para homenajearla, Paula pensó en concretar la idea que tuvieron juntas en esas largas tardes de hospital y que con el correr de los días fue germinando: ¡abrir un taller-biblioteca!. Así fue como lxs vecinxs, amigxs y familiares se abrazaron al calor de este sueño y a la biblioteca ¡la hicieron entre todxs!
4. Biblioteca y Librería rodante “Doña Galinda”
Sobre las callecitas, que tienen ese qué sé yo, parece que Galinda descansa ¡pero no!, ni bien encuentra un lugarcito, abre sus puertas y enciende la calle. Laura Visciglio, su conductora, ofrece libros, historias y propuestas donde subyacen ideas mágicas y descontracturadas acerca de la literatura. Cada recorrida galindera es una experiencia nueva cuyo motor es la sutil potencia que anida en la educación por el arte, en brindar acceso gratuito a la lectura y en colmar con poesía el espacio que es de todxs. ¡Por muchos ruedos más junto a los curiosos ojitos que se acercan para descubrir, investigar, leer y jugar!
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