La Biblioteca municipal de Lyon lanza una idea simple: una cápsula del tiempo para que los niños de mañana sepan cómo vivieron los días del coronavirus los niños de hoy.
Michèle Petit, desde su Facebook, nos puso sobre la pista de una pequeña iniciativa de la siempre inquieta Biblioteca municipal de Lyon (Francia). Una actividad dirigida a las niñas y niños que la frecuentan: depositar en la biblioteca un recuerdo de su vida “en tiempo coronavirus”, sea un objeto, una carta, un mensaje narrando el confinamiento, un dibujo, un fragmento musical, una fotografía.
La propuesta es que la biblioteca los conserve en una “cápsula del tiempo” que se abrirá en diez años, quizá con una fiesta, una exposición… La biblioteca es, también, lugar de memoria y lo que se pretende es proporcionar en un futuro elementos de los extraños días que ahora vivimos. Y, especialmente, mostrarlos a los más pequeños, a los que ahora se conciben, a los que ahora nacen, a los que ahora dan sus primeros pasos.
La biblioteca pasa por tiempos inciertos: se instruye a la sociedad para la distancia física y social pero la biblioteca pública en buena parte se basa en la convocatoria ciudadana a participar en actividades conjuntas (grupos de lectura, talleres, actividades infantiles, conciertos, pláticas y encuentros); a su vez, la biblioteca es proveedora, no hay muchos otros casos en nuestras sociedades, de objetos en préstamo a domicilio (libros, discos, etc.), objetos que días antes estaban en otro domicilio, en otras manos.
Lo humano en el corazón del proyecto bibliotecario
Violaine Kanmacher es la responsable del departamento juventud de la Biblioteca municipal de Lyon, encargado de coordinar las secciones infantil-juvenil de 15 bibliotecas públicas repartidas por esta ciudad de medio millón de habitantes. Kanmacher señala a Jardín Lac que “esta idea llegó un poco por azar en una reunión del equipo por teleconferencia. Estábamos preparando el “desconfinamiento” de la biblioteca, la reapertura al público, y muchas de nuestras propuestas giraban en torno a temas de protocolo sanitario o respecto a las múltiples prohibiciones y restricciones. Pero ese no es el sentido de nuestra profesión, no es lo que nos anima. Nosotros queríamos, respetando la seguridad de todos, colocar lo humano en el corazón de nuestro espacio y de nuestra misión, recrear las conexiones con nuestra comunidad de lectores, rehacer lo social. Para mí también suponía un proyecto unificador que me permitía volver a movilizar al equipo en torno a una idea común y proyectarse en el futuro”.
Esta idea simple, pequeña, manejable, intergeneracional, al alcance del bolsillo de cualquier biblioteca, que trabaja por la memoria y la participación ciudadana, que suscita la curiosidad… va abriéndose camino entre las bibliotecas de otros países.
La biblioteca de Lyon no es la única institución que, en estas semanas, ha recurrido a la cápsula del tiempo. También lo han hecho museos y archivos. Pero nos atrae la de esta biblioteca: menos institucional, más modesta, más a la altura de los más pequeños.
El cajón, la cápsula, va llenándose poco a poco y ya han llegado algunos objetos, algunos paquetes misteriosos, cartas infantiles y la propia biblioteca ha depositado fotos de sus bibliotecarios con cubrebocas, para dejar huella. El público acoge con agrado y mucha curiosidad esta iniciativa. La cápsula se mantendrá abierta hasta el fin del verano.
Esta idea simple, pequeña, manejable, intergeneracional, al alcance del bolsillo de cualquier biblioteca, que trabaja por la memoria y la participación ciudadana, que suscita la curiosidad… va abriéndose camino entre las bibliotecas de otros países (Italia, Armenia…) y quizás, sólo quizás, de pie a que en 2030 se abra una exposición simultánea y universal sobre los niños y sus familias en tiempos del coronavirus.
R. S.
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Excelente idea. Otra muestra de que la innovación está en la cabeza, no en el bolsillo. Ojalá sea retomada por distintas bibliotecas y centros de información.
Qué buena idea